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Nuestra oportunidad es la vida, nuestra lucha es la esperanza: Eduardo Carreño Wilches

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El pasado 1 de diciembre, el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo recibió el premio de derechos humanos en su categoría internacional, otorgado por la Asociación Pro Derechos Humanos de España, Aprodeh. El Cajar tuvo el honor de competir con personalidades como Edwar Snowden. Aquí el discurso completo de Eduardo Carreño Wilches, miembro fundador del Cajar, en aceptación al Premio.
Discurso de Eduardo Carreño Wilches, miembro fundador del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, en aceptación del Premio Internacional de Derechos Humanos, de la Asociación ProDerechos Humanos de España

Madrid, 1 de diciembre de 2015.

Un día de enero de 1977 cuando éramos abogados recién graduados, fuimos sorprendidos por la infausta noticia de que cinco abogados al servicio de las causas de los trabajadores, fueron asesinados por los criminales rezagos del franquismo en esta hermosa ciudad de Madrid. Hoy les rendimos un homenaje a sus memorias.

Como le rendimos homenaje solidario a todas las víctimas de una Europa convulsionada por el terror, que ayer en Atocha, luego en Londres y hoy en París, nos recuerda la fragilidad de la vida, incluso allí donde todas y todos deberían sentirse en seguridad por la solidez de sus instituciones. Rendimos homenaje de igual forma a todas las víctimas de Siria, Túnez, Irak, Mali, Egipto u otros lugares donde la violencia irracional o racional, fanática o ilustrada, sigue cobrando la vida de miles de personas inermes y lanzado a la agonía del refugio a millones de personas.

Que reto inmenso tienen ustedes y tenemos nosotros, para que el terrorismo y el contraterrorismo liberticidas no echen por la borda el respeto esencial de los derechos humanos, la razón de ser de las democracias y la necesidad de la paz en todos los lugares del mundo.

Nos hicimos defensores de los derechos humanos en Colombia, defendiendo a sindicalistas y a presos políticos, en un país donde la democracia había sido sustituida por el Estado de Sitio, la justicia suplantada por la tortura, y las guerrillas se nutrían de las profundas desigualdades sociales y se multiplicaban por un Estado autoritario y excluyente. Litigamos en consejos verbales de guerra, donde comprendimos el aforismo aquel de Groucho Marx de que “la justicia militar es a la justicia, lo que la música militar es a la música”.

Nos enfrentamos a un régimen que se autoproclama a sí mismo como la democracia más estable y antigua de Latinoamérica, con unas Fuerzas Armadas que hicieron de la guerra sucia su método para enfrentar a las insurgencias armadas y decapitar al movimiento social de sus mejores líderes, acompañándose del despliegue paramilitar para cubrir de sangre y de terror campos y ciudades. El propio Estado colombiano ha registrado más de siete millones y medio de víctimas, directas e indirectas, de uno de los conflictos armados internos más viejos del mundo, donde con el destierro y el despojo se ha condenado a la miseria y a la desesperanza a millones de personas.

Ahora se abre una nueva oportunidad para la paz de Colombia, con las negociaciones que se desarrollan en la Habana con las FARC. Los preacuerdos allí firmados y el diálogo que pronto se iniciará con la guerrilla del ELN, nos acercan a la superación de una época de barbarie. La organización y movilización de las víctimas, la tenacidad de los defensores de derechos humanos más la voluntad de las partes, nos permiten creer en que este proceso de paz podrá conducirnos a la transformación profunda de Colombia para asegurar el bienestar de nuestro pueblo.

Nosotros luchamos para que nuestra labor no sea más necesaria, para que cada persona y comunidad empoderada en la defensa de sus derechos, asegure la rendición de cuentas de cada autoridad pública y para que los que representen al Estado, defiendan el interés general sobre los intereses particulares.

Durante esta lucha hemos sufrido la pérdida violenta de muchos de nuestros amigos y amigas, asesinados o desaparecidos por amar la vida, por su búsqueda de la justicia o de la paz, a ellos y a ellas rendimos un homenaje al recibir este premio de la Asociación Pro Derechos Humanos de España, homenaje extendido a las víctimas que han creído en nosotros a lo largo de estos 37 años, a su tenacidad y coraje en la búsqueda de verdad, de justicia, de reparación, de garantías de no repetición que ha nutrido nuestro propio compromiso cotidiano con la vida y con la esperanza.

Hace poco un General para una entrevista en televisión afirmó que el “Ejército había derrotado a las FARC”, pero que había perdido la guerra política y jurídica con el Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo”. Nosotros no hacemos guerra jurídica, ni política, no somos enemigos de las Fuerzas Armadas o del Estado, luchamos y seguiremos luchando contra los que cometen crímenes pretextando combatir los criminales, contra los que faltando a sus obligaciones constitucionales y legales atentan contra su propio pueblo.

Hemos si arriesgado nuestra libertad y nuestras vidas para contribuir a superar tanta injusticia, para que nuestra democracia sea digna de tal nombre, para que nadie mate por sus ideas ni sea asesinado por ellas, para que nadie se sirva del Estado en su beneficio personal, para que la paz asegure la dignidad individual y colectiva.

La comunidad defensora de los derechos humanos en Colombia, sigue siendo atacada. En los años de gobierno de Juan Manuel Santos hasta el 30 de septiembre de 2015, 337 defensores y defensoras de derechos humanos habían sido blanco de ataques. Tres más fueron asesinados en estos últimos días: un defensor del medio ambiente en Trinidad, Casanare, una profesora que defendía los derechos sindicales en Sincelejo, Sucre y, un líder campesino en Argelia, Cauca. A los asesinatos se agrega la prisión de muchas otros y la difamación que pretende destruir nuestra credibilidad.

Somos conscientes de los riesgos que seguimos asumiendo y agradecemos a quienes han contribuido a este reconocimiento por nuestra labor, que aporta a protegerla. Citamos a García Márquez cuando habló de la Soledad de América Latina al recibir el Nobel, para defender la utopía de la vida “frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte…donde nadie pueda decir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Nuestra oportunidad señoras y señores es la vida y esta premiación contribuye a la prolongación de la esperanza. ¡Muchas gracias!

EDUARDO CARREÑO WILCHES.
CCAJAR. DICIEMBRE 1 DE 2015