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“Solo descansaré el día que esté nuevamente al lado de mi hija”

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Blanca Nubia Díaz, a sus 69 años, siente el crujir de sus huesos y el de su alma al recordar a su hija Irina del Carmen Villero, quien fue torturada, violada y posteriormente asesinada por paramilitares en la Guajira. “Ojalá nos alcance la vida” es el informe realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) que recopila diferentes historias y relatos de personas mayores víctimas del flagelo de la violencia y del rastro de crueldad que han dejado 50 años de guerra en nuestro país.

 

Dos seres queridos arrebatados por los paramilitares

 

Blanca Díaz, del Movice Bogotá, es un claro ejemplo de resistencia, fortaleza y amor tras haber perdido a su esposo Rubén Antonio Loperena, un conocido curandero de Rioacha y un líder de la comunidad. Él fue asesinado en Maicao (La Guajira) en junio del año 2000, y en menos de un año, Blanca tuvo que soportar la muerte de Irina, también a manos de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

 

“Después de doce años no me he acostumbrado al frío de Bogotá, ciudad a donde llegué desplazada por grupos paramilitares tres meses después de la muerte de Irina”, se lee en el testimonio de Blanca, un fragmento del escrito realizado por Julio Casas. Ella hacía parte de una comunidad Wayuú ubicada en Rioacha, pero llegó a la capital desplazada por la violencia e impulsada por las ganas de esclarecer la verdad sobre los hechos que le arrebataron a su hija.

 

Irina salió de su casa con la idea de vender algunas artesanías y tejidos, que había comprado, para recolectar algo de dinero y realizar un homenaje a la memoria de su padre, un año después de fallecido. Irina fue raptada en el “Mercadito guajiro”, donde se encontraba con sus amigas intentando vender sus productos.

 

Lucha por la memoria y la justicia

 

Para doña Blanca, la preocupación inició cuando a su casa llegó la noticia de la incursión de los paramilitares en la zona de Cuestecitas, lugar por el cual Irina y sus compañeras tendrían que pasar. Luego de algunos días, manteniendo la esperanza de recibir noticias positivas, su paciencia se agotó y decidió salir en busca de su hija. La desaparición de seis jóvenes en Cuestecitas fue el primer indicio. Luego, se encontró el cuerpo de una joven indígena, que lamentablemente coincidía con Irina, sepultada como N.N. en una fosa común.

 

La búsqueda terminaba pero la lucha apenas empezaba para Blanca, que no veía un avance en el proceso judicial. Al recibir diversas amenazas y conocer de la pérdida del expediente, no tuvo más remedio que llevarse la copia del expediente desaparecido con recelo y trasladarse a Bogotá. Las causas y autores materiales de la muerte de Irina siguen en la impunidad: nadie quiere dar declaraciones por temor a represalias.

 

“Seguiré luchando hasta esclarecer la muerte de mi hija, pues me siento más fuerte que nunca a pesar de los años, de mis canas, del cansancio físico, del dolor de mis huesos que son normales a mi edad. El conocimiento que he adquirido en los últimos años me ha ayudado a perder el miedo a hablar en público, aunque vivo con él”, se lee el cierre, en la voz de Blanca, del texto Solo descansaré el día que esté nuevamente al lado de mi hija.

 

Con este informe publicado el pasado 11 de septiembre, el CNMH se la juega por la reconstrucción de la historia a través de las vivencias y experiencias de las personas mayores. Desde su experiencia, pueden dar testimonio de una vida de lucha en contra de la injusticia y la búsqueda de la verdad sobre sus familias.

 

Leer el informe y la historia completa [PDF]

 

Escucha la historia de Blanca Díaz e Irina Villero [Soundcloud]