El 12 de junio de 2020 presentamos ante la JEP y la Comisión de la Verdad el informe ‘¿De dónde sacamos fuerzas? Narrativas de las mujeres sobre los impactos diferenciados de la violencia sociopolítica y los crímenes de Estado en Boyacá, Caldas, Meta y Tolima.’
El conflicto armado y la violencia sociopolítica han impactado de manera diferenciada en los cuerpos y las vidas de las mujeres colombianas. Según los datos de la Unidad para las Víctimas a corte del primero de noviembre de 2019, en el país hay actualmente 4.268.150 mujeres víctimas. En suma, los resultados indican que casi la mitad de las víctimas en el marco del conflicto armado colombiano son mujeres, siendo la proporción igual en el panorama nacional y regional. Situando las cifras a los departamentos de pertenencia de las mujeres participantes del proceso de documentación; la región donde más mujeres se cuentan son Tolima con 168.503 víctimas (50,45%), seguido de Meta donde se registran 130.050 mujeres víctimas (49,33%). Minoritariamente a estas zonas del país se encuentra el departamento de Caldas con 75.128 mujeres (48,97%) y, por último, Boyacá donde se cuentan 22.396 víctimas mujeres (49,86%).
Las mujeres que integramos el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) hemos confrontado el silencio y la impunidad. En el año 2018, en los departamentos de Boyacá, Caldas, Meta y Tolima, iniciamos el proceso de elaboración de un informe en el que compartimos nuestras vivencias y verdades sobre las memorias de dolor y resistencia de las mujeres campesinas y rurales.
Somos mujeres a las que la violencia obligó a transformar su vida y los roles de género que les fueron asignados en territorios altamente patriarcales. Somos víctimas de distintos hechos: violencia sexual, familiares de víctimas de desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos selectivos. Víctimas también del desplazamiento forzado, el reclutamiento forzado de hijos e hijas y familiares de distintas masacres ocurridas en nuestras regiones.
Nuestro cuerpo ha sido el territorio donde se han depositado las distintas vejaciones por parte de los actores estatales y paraestatales, desencadenando daños físicos, psicológicos y psicosociales. El Estado no impidió que las mujeres fuéramos violentadas por los diferentes actores armados, fue negligente para protegernos de nuevas victimizaciones, consolidando un ciclo de las violencias sociopolíticas que se han gestado y reproducido en los cuerpos y subjetividades femeninas bajo un régimen patriarcal y misógino.
Somos mujeres con muchas cicatrices, producto de todo tipo de violencias dentro y fuera del conflicto armado y de la violencia sociopolítica, pero conscientes de nuestros derechos. Hemos forjado cambios y transformaciones desde la lucha colectiva por verdad, justicia, reparación integral y garantías de no repetición.
Somos mujeres sobrevivientes de las violencias privadas y públicas que han afectado nuestros cuerpos, dignidades y el bienestar de nuestras familias. De muchas maneras ejercemos un liderazgo social y comunitario. Nos reconocemos como defensoras de derechos humanos, lideresas sociales, defensoras de la paz y de los derechos de las mujeres víctimas de Colombia.
Sin embargo, los riesgos para las mujeres que conformamos el Movice persisten, pues, el rol público que ejercemos como sujetas políticas, lideresas y defensoras de derechos humanos se considera una amenaza y motivación para asesinarnos. Y al subvertir los mandatos tradicionales de género en el hogar como madres, esposas e hijas somos señaladas, sancionadas y estigmatizadas.
En el proceso de justicia transicional que atraviesa el país es imperativo que el Estado colombiano asuma la responsabilidad directa en los crímenes que han sufrido las mujeres víctimas de violencia sociopolítica y el conflicto armado.
Las mujeres víctimas de crímenes de Estado seguimos luchando contra el negacionismo, contra la impunidad y por el esclarecimiento de la verdad, contando lo sucedido, cargando las fotografías de nuestros seres queridos asesinados, desaparecidos y despojados. Las Mujeres seguimos forjando resistencia y sacando fuerzas para gritar a viva voz que la violencia contra las mujeres es un problema fundamentalmente político y que seguiremos avanzando en la construcción de procesos contra la exclusión social y política de las mujeres, así como por el reconocimiento de la responsabilidad del Estado en los crímenes cometidos por la policía, las fuerzas militares y los grupos paramilitares.
¡Somos semilla, somos Memoria, somos el sol que renace ante la impunidad!
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